lunes, 29 de septiembre de 2025

LOS VIDEOJUEGOS EN EL UNIVERSO DE TERMINATOR

De lo más indie a lo puramente comercial, el de los rebeldes y la resistencia es un subgénero en activo dentro de la Ciencia ficción, hablando de nuestros conflictos internos así como sociales, y de la forma en la que nos enfrentamos a ellos. En este artículo abordo un universo que ejemplifica la cuestión del resistente, así como la colaboración entre el cine, el cómic y los videojuegos a la hora de contar historias; todo ello dentro de la tensión, habitual en nuestro mundo capitalista, presente entre proceso creativo y mercado. Me refiero a la franquicia de Terminator, que comenzó su andadura con la película de 1984 dirigida por James Cameron, contribuyendo a asentar la carrera de éste y de Arnold Schwarzenegger.(1) La obra seminal responde a varios subgéneros, que van desde el terror a los viajes en el tiempo, aunque la figura de los resistentes (encabezados por John Connor gracias a su madre Sarah)  es crucial en la pugna con Skynet.

Sarah Connor y su hijo John son ejemplos del camino del héroe, modelo narrativo conectado con la figura del mesías. Pero la lucha del héroe u heroína no tiene sentido sin el grupo, la resistencia. Tampoco tiene porqué ser una lucha armada, pero las dinámicas ideológicas y de ritmo narrativo suelen presentar esa opción como preeminente. Img Fair Use, vía Wikipedia (personajes interpretados por Linda Hamilton y Edwar Furlon en T2: Judgment Day).


La fuerza de un arquetipo también se mide por el éxito de sus parodias. La resistencia, como le sucede a la francesa frente a la ocupación alemana durante la II Guerra Mundial, presenta una mitología presta a ser ridiculizada como en Top Secret (ZAZ, 1984).


Uno de los elementos clásicos de la narración acerca del rebelde, es debatir  hasta dónde puede llegar en su lucha contra algo que considera injusto. El tema es antiguo, y autores como Ortega y Gasset, alertan de los riesgos del uso de la violencia como prima ratio en lugar de último recurso, algo muy presente en la obra de, por ejemplo, Alan Moore. No solamente desde una perspectiva ética, sino también utilitarista, al considerar el filósofo español que una resistencia (o lucha por un cambio social) basada en la violencia supone la posibilidad de sustitución de unas élites (las que ejercían la violencia) por otras (las que la practican para derribar a los primeros), algo que considera uno de los rasgos definitorios de la época contemporánea. Por otro lado el descenso a los infiernos personal que supone el provocar daño, es uno de los temas clave de V de Vendetta (1982-1989) del citado Moore.

V de Vendetta, en su formato cómic, es una de las obras más lúcidas sobre el descenso personal a los infiernos que supone convertirse en resistente con todas sus consecuencias. En filosofía una de las reflexiones más recordadas al respecto es el famoso aforismo de Nietzsche: "Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse así mismo en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti" (Más allá del bien y del mal, 1886). Imagen marcada CC vía comics.org

Esto no anularía la justificación de la resistencia violenta en legítima defensa y, desde luego, muchos lectores pueden estar en desacuerdo con los reparos a la hora de tomar las armas en una situación límite, aunque argumentos como los del autor de La rebelión de las masas (1930) ponen de manifiesto, al igual que V de Vendetta, los peligros del ejercicio de la política por la vía de la fuerza. John desde muy temprano, tal y como es presentado en la segunda parte (El juicio final, 1991) será un luchador moral desde esta perspectiva, pues le pedirá al T-800 enviado a protegerle que no mate seres humanos, ni siquiera en aras de cumplir su misión.

Así mismo la resistencia implica riesgos de índole personal relacionados con la seguridad. Por un lado el rebelde se halla bajo constante amenaza, lo que dificulta o impide una vida normalizada, algo clave en la serie The Sarah Connor Chronicles (2008-2009). Pero es que además la persecución del disidente puede extenderse no sólo a él, sino también a sus seres queridos. A lo largo de la franquicia comprobaremos este hecho, pues tanto John (que no tiene una infancia estándar, en aras de convertirse en el mesías-líder de los rebeldes) como Sarah (quien debe renunciar a su vida previa al encuentro con la amenaza) quedan marcados de forma indeleble por una lucha casi eterna. A todo ello se suma el síndrome de Casandra, que afecta a quien alerta de un peligro, pero no es creído o es acusado de loco (le sucederá a Sarah); algo analizado por diversos pensadores políticos en busca del funcionamiento de las estructuras de poder, siendo uno de los más famosos Michel Foucault.

Lo que para los demás es habitual, por ejemplo asistir al instituto, supone una enorme dificultad para la familia Connor. Es uno de los temas principales, sobre todo al comienzo, de The Sarah Connor Chronicles. Imagen CC por AnaB vía anab.devianart.com

Como sucede con Alien, una narración con muchos puntos en común con Terminator, incluyendo la participación de Cameron o la presencia de Casandra —Ripley—,  la historia encuentra sus fortalezas principales fundamentalmente a través de las dos primeras obras: Terminator (The Terminator, 1984) y El juicio final (Terminator 2: Judgment Day, 1991), sucediéndose posteriormente en el ámbito fílmico una serie de obras que van diluyendo su potencialidad pese a tratar de ahondar en cuestiones como las paradojas temporales.

Pero ambas franquicias encuentran algunas de las líneas narrativas más potentes en otros ámbitos culturales, como el cómic o los videojuegos. Aquí es preciso reconocer la labor de la editorial Dark Horse, la cual ha podido aprovechar la profundidad de los temas presentados en diferentes historias tanto, del xenomorfo como del exterminador metálico. E incluso, sumando a antiguos conocidos como Robocop, siendo bastante apreciada por los aficionados la miniserie de cuatro números Robocop Versus The Terminator (1992) con guion de Frank Miller y dibujos de Walter Simonson.

Número 1 del cómic  Robocop Vs Terminator


En la historia, el antiguo policía Murphy es el responsable, por su naturaleza híbrida entre ser humano y mecánico, de la toma de conciencia de Skynet. Ésta lo ve como su creador, mientras que el agente tendrá que aferrarse a toda su humanidad (incluso lo veremos llorar al ser consciente del destino de los seres vivos) para poder enfrentarse a la omnipresente computadora. El precio que tendrán que pagar en este conflicto tanto Robocop como la miembro de la resistencia (a veces aliada de Murphy, a veces enemiga) Florence Langer, será elevado.

Es una historia adulta, con buen ritmo y en ocasiones dura, aunque aderezada con momentos de humor como los que incluyen al peligroso pero entrañable ED-209. El producto conocerá versión para videojuegos, en los que enseguida entraremos, pero no será el único ejemplo más allá del cine del que podemos encontrar buenas historias en este universo, pudiendo citar así mismo la mencionada, recomendable y abruptamente cancelada— serie de televisión The Sarah Connor Cronicles (2008-2009), con un interesante reparto encabezado por Lena Headey.


Pantallazo de Robocop Versus The Terminator en Mega Drive, señalado como programa "más sangriento" de 1993 por la revista Electronic Gaming Monthly

Terminator conocerá numerosas adaptaciones a los videojuegos en un concepto multimedia de la obra de arte en el que también fue pionero, más allá de la mercadotecnia, George Lucas con su compañía LucasArts. Como suele ser frecuente, muchos de los títulos no tienen gran interés más allá de observar las dinámicas de una industria que trata de aprovechar al máximo una creación de éxito, habitualmente haciendo que la obra original pierda parte del aura que la hace única —siguiendo la terminología de Walter Benjamin— con cada replicación.(3)

Pero nos podemos encontrar así mismo ejemplos de contenido interesante, también desde la perspectiva historiográfica de la informática lúdica. Por ejemplo, con la presencia de la potente aún a día de hoy Bethesda Software, compañía relevante en la saga de Ciencia Ficción postapocalíptica Fallout a partir de su tercera parte (2008, de gran éxito, aunque no estuvo exenta de críticas por parte de personas que —consideran— traiciona una dinámica más puramente de rol en las dos primeras entregas de Black Isle); o en el ámbito de la fantasía con sus The Elder Scroll iniciados con Arena en 1994.

Algunos de los elementos característicos de los productos de la compañía, como la visión en primera persona y la libertad de exploración en grandes mapeados, ya la podemos encontrar en su juego The Terminator de 1991, el primero oficial de la franquicia tras el frustrado intento previo del año anterior para NES por Sunsoft, 1990, compañía que no pudo desarrollar el producto al no encontrar la manera de ceñirse a los requisitos de la licencia: que solo hubiera un enemigo, el T-800. Éste, al igual que en la película, no debía morir hasta el final de la historia.(4) En el de Bethesda, que se hizo coincidir con el lanzamiento del segundo film, aunque seguía la trama del primero, podremos recorrer (en coche o a pie) un enorme mapeado de Los Angeles y manejar al T-800 asesino, o a Kyle Reese acompañado de Sarah, en un enfrentamiento que nos permitirá desde consultar las páginas amarillas hasta la visita a determinados establecimientos para hacernos con equipo o pistas. Dirigiendo al Terminator recibiremos información como la presentada en el film, con datos visibles en tiempo real. (5)

El juego de Bethesda del 91 fue muy original para la época. Utilizó gráficos vectoriales (basados en figuras geométricas que simulaban tres dimensiones) e introdujo dinámicas de investigación, como el buscar direcciones, o de conseguir objetos de utilidad (abajo) 




La compañía continuó ligada a la obra de Cameron durante un tiempo. Las dinámicas de sus títulos dan idea de cómo la informática lúdica encontró un punto de inflexión en los 90 con el género de acción en primera persona, el cual tuvo en el Doom (1993) de Id. a uno de sus principales exponentes. Será la senda seguida por los juegos de Bethesda para la franquicia, aunque tratando de introducir elementos narrativos potentes derivados de un entorno distópico, ya que salvo el de 1991 y Rampage de 1993, los demás se centran en la devastadora guerra futura entre máquinas y humanos.

Todo ello experimentando con la tecnología de gráficos en 3D, lo que hacía que jugarlos en su máximo esplendor requiriera de potentes equipos. Así tuvimos The Terminator 2029 (1992), el citado Rampage (1993, con el mismo motor que usará Arena y muy influenciado por Wolfenstein 3D) (6), Future Shock (1994, que permitía el uso de jeeps o aparatos aéreos) y Skynet (1996, también con diferentes posibilidades de desplazamiento). Los dos últimos utilizaban el motor XnGine desarrollado por la misma empresa y que daba unos espectaculares resultados gráficos, con avanzadas texturas para el momento y el visionado del entorno en 360º.

Como contrapartida estaban las comentadas exigencias técnicas de los programas que, a veces, hacían sudar a los usuarios del momento —entre los que me incluyo— en la ardua tarea de liberar la suficiente memoria como para ejecutarlos. En cualquier caso supieron trasladar la atmósfera de angustia y destrucción del conflicto tras el despertar de Skynet, e ir más allá de la simple acción, sumergiendo al jugador en un contexto oscuro, incluyendo la exploración de edificaciones en las que reina la destrucción derivada de un enfrentamiento de semejantes características. Ello a su vez nos recuerda el potencial destructor del ser humano, pues con el lanzamiento de las bombas nucleares Skynet no deja de servirse de un arma creada por las personas.


Juegos como Future Shock (1995) ya presentaban unas 3D reales (desplazamiento en los ejes X-Y-Z) y una ambientación muy cuidada por Bethesda, aunque a cambio los requisitos técnicos eran exigentes.

Terminator ha conocido otros videojuegos más relacionados con películas específicas, incluyendo unos cuantos para las consolas de las compañías reinas de la década de los 90, SEGA y Nintendo, cuyo enfrentamiento por hacerse con el control del mercado estadounidense fue uno de los momentos importantes de la historia de los videojuegos, tal y como queda de manifiesto en el libro Console Wars (Harris, 2014).

En el tema que nos ocupa, los de consola fueron habitualmente títulos de acción en desplazamiento lateral que, aunque podían alcanzar ciertas virtudes gráficas, no sobresalían. Sí llamó la atención la máquina recreativa de Midway T2:Judgment Day (1991), que contaba con un espectacular mueble en el que se usaban dos ametralladoras ópticas. Desarrollaba diferentes escenas de la segunda película, incluyendo detalles como que a los humanos del presente solo se les hería (por la comentada petición hecha por John de no matar). Tuvo buenas ventas, aunque una dificultad muy elevada y un precio mayor que el de las estandarizadas 25 pesetas por partida en España (la que yo conocí era de 50).

También encontró su hueco Terminator en las máquinas de pinball, siendo especialmente valorada y bonita la realizada en 1991 por Steve Ritchie, artista muy apreciado junto a su hermano Mark en este tipo de tecnología.

La máquina recreativa de Midway causó sensación en su momento. Arriba: Img CC por XTC en exotica.org.uk Conoció versiones domésticas, incluyendo la Game Boy (abajo).




En consolas de 8 y 16 bits, los videojuegos de Terminator se basaron casi completamente en la acción lateral. Tuvieron por lo general buenos gráficos, aunque no se consideran hitos. Arriba: The Terminator para MegaDrive. Abajo: versión para SNES, gran competidora de aquella.



La máquina de Pinball de Terminator 2 es, como el arcade, icónica y no es raro que su precio actual de venta esté en el entorno de los 5 000 $ (Imagen CC por Jan Hagelskamp1 en Wikipedia)

En los últimos años no se ha conseguido alcanzar la valoración de títulos como los de Bethesda o el impacto del arcade de Midway, aunque conviene señalar que Teyon (compañía polaca tras el desarrollo de Robocop: Rogue City, 2023) está detrás de Terminator: Resistance (2019), que ha cosechado cierta aceptación.

El de Teyon es un buen título que demuestra cómo, a veces, las mejores líneas argumentales de franquicias de éxito se encuentran en los videojuegos. Sin ser extraordinariamente rompedor, cumple con soltura y es un producto más que recomendable para los interesados en profundizar en el universo que nos ocupa. Va más allá de tiroteos sobre raíles,  inscribiéndose en el género de action-rpg o “rol de acción”, presentando elementos de fabricación-manipulación de objetos al estilo Fallout, árbol de habilidades, y posibilidad de utilizar el sigilo. Este último punto es particularmente interesante para el ámbito de Terminator, pues aunque de forma menos marcada que en Alien Isolation, permite trasladar eficazmente la tensión cuando al protagonista le persiguen modelos T, contra los que las armas convencionales son ineficaces. Todo ello acompañado de una inserción narrativa adecuada. El protagonista es Jacob Rivers, soldado de la resistencia en el año 2028, y que sabremos es una pieza clave en los eventos que ocurren en las películas. Sin destripar elementos cruciales de la trama, para quien quiera acercarse al título, puedo decir que el juego se desarrolla en el momento de la batalla definitiva entre la resistencia del futuro y Skynet, quien, acorralada, pone en marcha el plan de mandar a sus asesinos metálicos al pasado.

Algo similar le sucede a Terminator: Dark Fate-Defiance (Slitherine Software, 2024), aunque con otro género, el de la estrategia a tiempo real. Estilo por cierto muy vinculado a la Ciencia ficción, pues se considera que en gran medida nace con Dune 2 de Westwood (1992), aunque esa es una historia que contamos en otro artículo. El programa de Slitherine se apoya en la narración de la película Dark Fate (en la que Skynet es sustituida por Legion) para presentar un juego que ha encontrado aceptación entre los aficionados, también por las virtudes de guion —con varios giros—  y que despliega un atractivo entorno isométrico futurista. Ha supuesto una agradable sorpresa, que no es tanta al saber que Slitherine tiene una amplia trayectoria como desarrolladora y editora de títulos de estrategia.

Arriba: aunque Terminator Resistance no ofrece nada estrictamente novedoso, es respetuoso con la saga y consigue algunos momentos espectaculares. Abajo: Dark Fate - Defiance se sube a la tradición de juegos de estrategia real con temas de Ciencia ficción (Dune 2, StarCraft).



Aunque Terminator es en sentido estricto, una historia de viajes en el tiempo, sus puntos fuertes en la historia del cine y por tanto del arte, han estado en la maestría con la que  fusiona terror, acción y Ciencia ficción en la primera película, así como a un manejo extraordinario de la técnica de efectos especiales —sumados a un trepidante ritmo en la segunda. Con todo, los componentes éticos y filosóficos del desplazamiento temporal siempre han acompañado a este universo, desde su mismo comienzo con la relación entre Reese y Sarah en la película primigenia. Es un subgénero resbaladizo y ha presentado altibajos a lo largo de la franquicia, siendo recurrente la interrogante acerca de si el futuro está predeterminado o no, cuestión clave desde en The Judgment Day hasta la hasta ahora última película, Dark Fate (Miller, 2019). Y aunque en ésta se agradece el esfuerzo de presentar nuevos enfoques, es posiblemente el videojuego Resistance uno de los productos que mejor clarifica el ámbito de los viajes en el tiempo de toda la saga. Los eventos que nos narra se pueden dividir en tres líneas cronológicas: antes de la acción del juego, en la que toda la guerra contra Skynet se ha desarrollado de una determinada manera, hasta que ésta usa la máquina del tiempo por primera vez (línea 1); los eventos del juego y sobre los que decidimos como jugadores, hasta que Skynet usa los viajes en el tiempo por segunda vez (línea 2) y cómo esto último marca lo que sucederá en las dos primeras películas (podemos llamar la trama de los films línea 3). Si a ello le sumamos la posibilidad de diferentes resoluciones en función de las decisiones del jugador, nos encontramos en Resistance un programa cuidado y que se inscribe con suavidad en el ámbito narrativo de toda la franquicia, ampliando además información sobre la misma en algunos de sus episodios clave. Todo en una estética que en sus momentos más épicos se apoya en la ya clásica música compuesta por Brad Fiedel para las películas, lo cual no deja de emocionar a quien las tenga entre sus favoritas. Evidentemente la inmortal banda sonora ha sido omnipresente en los videojuegos de Terminator, pero debe compaginarse con buenas escenas de acción o emotivas para que alcance toda su potencialidad.

Trabajar con videojuegos para el ámbito fílmico tiene ventajas e inconvenientes. A este respecto, Shawn Wright, el diseñador principal de The Redemption (Paradigm, 2004), un título relacionado con la tercera película (Rise of the Machines. Mostow, 2003), decía: “Ya tienes el universo bastante definido. Siempre es más fácil trabajar con un marco (...) la desventaja es que (...) tienes que mandar cosas fuera para que las aprueben”.(7) En cualquier caso, como sucede con Robocop y Alien, el de Terminator es un ejemplo más de que los videojuegos son arte y de que, por tanto, pueden entrar en comunicación con el cine o la literatura de una manera efectiva.

Uno de los primeros autómatas de la historia fue "El turco", mostrado por vez primera en 1770 jugando al ajedrez. En realidad era un timo, pues contaba con una persona escondida en su interior, pero el episodio ha sido homenajeado en Terminator, dando nombre a una trama en The Sarah Connor Chronicles. Hay un videojuego de ajedrez ambientado en la franquicia (Chess Wars. Intra Corp, 1993) muy influenciado por Battle Chess (Interplay, 1988).



NOTAS


(1) En el caso del segundo también fue crucial Conan the Barbarian (Millius, 1982). Muy conocido es el hecho de que Schwarzenegger no tenía muchas esperanzas, al menos inicialmente, en The Terminator. Cuando estaba rodando la secuela de Conan (The Destroyer, Fleischer, 1984) le entrevistó Rick Wayne, a quien dijo (de Terminator) que “era una peli de mierda que estoy haciendo. Llevará un par de semanas”. Recogido en ANDREWS, N. True Myths. The Life and Times of Arnold Schwarzenegger. 1995. En inglés en original, traducción propia.


(2) El cual por cierto tuvo una comentada polémica con Alan Moore, tras Miller criticar al movimiento Occupy Wall Street y Moore señalar que, en su opinión, algunas de las obras de aquel eran “homofóbicas” y “misóginas”. Un resumen de la confrontación se puede leer en WILLOUGHBY, V. “Remember when Alan Moore got into a public feud with Frank Miller over Occupy Wall Street?” (para LitHub, 18 de noviembre de 2021).


(3) Cfr. BENJAMIN, W. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936).

(4) En un principio los programadores pensaron en un videojuego al estilo del arcade Dragon's Lair, con un gran peso en la toma de decisiones, pero con la tecnología de la época era complicado desarrollar un programa para la arquitectura de 8-bits de la NES. Pasaron a un juego de acción lateral ambientado en el futuro que, al perder la licencia, pasó a llamarse Journey to Sillius (1990). Más información en GANCER, S. Sunsoft's The Terminator -Development History Revisited en "Gaming Alexandria" (9/12/2020).


(5) La visión subjetiva de un robot forma parte de la historia del cine, pues se considera que su adopción en la muy recomendable película Almas de metal (Westworld. Crichton, 1973) fue el primer caso de tratamiento digital de imagen en una película comercial.


(6) En la revista Pc Zone de febrero de 1996 se afirma que a su vez “según Bethesda [Rampage] fue influyente en Doom”, aunque el autor del artículo (un análisis de Future Shock) tiene sus dudas (p. 75)

(7) Entrevista para GameSpy por Benjamin Turner (“Terminator 3: The Redemption’s Shawn Wright”, 2 de abril de 2004). Evidentemente lo que para Wright es una ventaja, tener el universo ya hecho, para otros creadores puede constituir una limitación. Una anécdota curiosa con respecto a los problemas de comunicación entre productora fílmica y desarrolladora de videojuegos tuvo que ver con Terminator 2: Judgment Day para Game Boy por Bits Studio. El desarrollador Jas Austin comentó que todo lo referido a la cara de Arnold tenía que mandarse al abogado de éste, mientras que con respecto a Linda Hamilton (Sarah Connor) desde la productora no hacían más que comentarles que los bangs debían ser más grandes. Los programadores (británicos) pensaban que se referían a los pechos, mientras que desde la productora (estadounidense) estaban hablando del flequillo.

sábado, 20 de septiembre de 2025

YA DISPONIBLE GRATUITAMENTE, EL CAPÍTULO 5 DEL AUDIOLIBRO DE "JUGANDO CON DRAGONES": MAGIC THE GATHERING, SU HISTORIA Y SU LLEGADA A ESPAÑA

Uno de los proyectos culturales que estoy desarrollando y del que ya he cruzado el Rubicón, es la elaboración del audiolibro de "Jugando con dragones", que además sirve como nueva edición ampliada y corregida del texto. Todos los capítulos en este formato de audio se acogen a licencia Creative Commons: pueden ser descargados o escuchados gratuitamente y compartidos con licencia CC 4.0. (atribución-compartir igual). Conforme vayan apareciendo en audio los diferentes apartados de la obra, lo anunciaremos en el blog  creando una entrada con el más actual, su sinopsis, un acceso a los anteriores y enlaces relacionados de interés.


En esta ocasión le toca el turno al capítulo centrado en el juego de cartas coleccionables Magic: The Gathering. Surgido en 1993, fue toda una revolución en el mundo lúdico y su desarrollo, así como éxito, ha hecho recurrentes ciertas preguntas: ¿Cuál es su origen? ¿cómo llegó a España? ¿cómo influyó a los juegos de rol "tradicionales"? ¿Acabó con éstos, como se ha dicho tantas veces? 

Con respecto a la licencia de la música, es así mismo licencia Creative Commons ("Into the Storm" por Brandon Lew y "Hard to be Human Again" por los Mekons, directo en Todds Show de la WFMV el 8/08/21).



CAPÍTULOS ANTERIORES


—1. Los juegos de rol que triunfaron en España durante la primera época:




—2. La llegada de "Dungeons & Dragons" a España:




—3. "HeroQuest" y "Cruzada Estelar":




—4. La llegada de los videojuegos de rol:



    ENLACES DE INTERÉS


PDF completo del libro:

Blog "Rol de los 90":


—Sobre el libro "Empire of Imagination" (y otras obras del mismo autor):


Sobre el libro "Of Dice and Men":

—Web especializada en videojuegos de Amstrad y con artículos sobre "HeroQuest" y "La cruzada estelar":

Videoanálisis sobre el videojuego "Blade" (dos partes):

Página web "El explorador de RPG", con análisis de numerosos videojuegos de rol y las plataformas en las que estaban programados:




Audiolibro de "Jugando con dragones". Capítulo 5: Magic The Gathering, su historia y su llegada a España © 2025 by Víctor Deckard is licensed under CC BY-ND 4.0

jueves, 11 de septiembre de 2025

UNO DE LOS MÁS INFLUYENTES RELATOS PARA LA CIENCIA FICCIÓN: "THE MOST DANGEROUS GAME" (CONNELL, 1924). [TRADUCCIÓN COMPLETA AL CASTELLANO Y CONTEXTO HISTÓRICO]


El 19 de enero de 1924 aparecía en la revista estadounidense Collier’s este trascendental relato. Sin ser estrictamente de Ciencia ficción, se trata de una obra crucial para nuestro amado género. El texto en su idioma original ya forma parte del Dominio Público, de modo que su difusión es libre, pero no así en castellano. Hasta ahora. Para celebrar la ocasión de que The Most Dangerous Game ha cruzado, no hace mucho tiempo, el Rubicón del centenario, hemos realizado una traducción acogida a Creative Commons, de modo que se puede compartir sin mayores problemas simplemente atribuyendo la autoría (Víctor Deckard-Podcaliptus). Como en ocasiones similares, no hemos usado Inteligencia Artificial, ya que es una herramienta que, aunque pueda ser útil en algunos procesos, no la consideramos especialmente adecuada para trasladar el espíritu y forma de una obra artística. En cambio apostamos por el traductor humano familiarizado con el tema tratado. En mi caso, la Ciencia ficción en todos sus formatos y en diferentes idiomas, es una pasión desde hace aproximadamente treinta años.

No vamos a desvelar completamente la trama, de modo que no se pierdan todas sus sorpresas para quienes no la conozcan. Pero sí que convendría poner algunas cartas sobre la mesa, —en una expresión que le gustaría al general Zaroff—, para contextualizar el enorme valor del texto. Es una historia que, en la mejor tradición de la Ciencia ficción, invita a la reflexión a distintos niveles: desde los más individuales hasta los relacionados con la sociedad en su conjunto.

El relato aborda el tropo de la “caza al hombre”. Una idea, casi un subgénero, fundamental en la narrativa de anticipación. En primer lugar se introduce en la antigua idea del pensador Hobbes (entre muchos otros) acerca de considerar al ser humano como un depredador para consigo mismo, algo tristemente frecuente en las disputas más personales, pero así mismo en las sociales.  Evidentemente el antagonista Zaroff es nuestro lado más oscuro personificado, pero tal vez lo peor que se puede hacer con los villanos es cargarles de razón. ¿Tiene motivos al denunciar la hipocresía de no considerar ético su comportamiento, pero sí el de un soldado en la guerra? Por otro lado, el texto es profundamente avanzado para su época, también desde la perspectiva de ponerse en el lugar de otros animales que son cazados por diversión. No es un ejércicio empático que haga todo el mundo, ni siquiera en la actualidad, mucho menos en 1924, lo que trae importantes problemas éticos, ecológicos y económicos, como han analizado con brillantez filósofos de la talla de Jesús Mosterín (1).

Los ejemplos de historias similares en la Ciencia ficción son abundantes. Entre las más recomendables podemos citar el film italiano La décima víctima (La decima vittima. Petri, 1965) basada en el relato de 1953, por Robert Sheckley, Seventh Victim y la novela de Stephen King El fugitivo (The Running Man, firmado Richard Bachman. 1982). Esta última ha pasado, sin ninguna duda, a la cultura popular de finales del siglo XX, en parte por el impacto de ser llevada a la gran pantalla como Perseguido, película dirigida por Paul Michael Glaser (1987) y protagonizada por Arnold Schwarzenegger. Menos conocido es el hecho de que el propio Robert Sheckley revisitó la temática en 1958 con The Prize of Peril, traducido en sus ediciones en castellano (Minotauro, 1965; Acervo, 1978; Bibliópolis, 2010) como El precio del peligro (2). Por sus similitudes con El fugitivo se ha debatido sobre la influencia de Sheckley sobre la novela de King. Sea como fuere, The Prize of Peril fue adaptada en dos películas europeas, con virtudes propias y que seguramente interesaran a los aficionados a la anticipación que no las conozcan: la alemana Das Millionenspiel (Toelle, 1970) y la franco-yugoslava Le Prix du danger (Boisset, 1983). El director de esta última demandó a la producción estadounidense de El fugitivo por plagio, caso que ganó en última instancia tras once años de proceso (3). La influencia de la historia original, con los cambios implementados por la Ciencia ficción, ha llegado así mismo al arte de los videojuegos, caso de los títulos Smash TV (William Electronics, 1990) y Nitro Ball (Data East, 1992) (4).




Por lo que respecta a las imagenes, son de Dominio Público, a través de Wiki Commons, o en el caso de las propias, se acogen a la misma licencia Creative Commons que el texto traducido e introductorio (CC 4.0. BY-ND). Algunos de los fotogramas libres de derechos pertenecen a la primera adaptación de esta historia en el cine, producida por la RKO (Pichel-Schoedsack, 1932) (5).


El JUEGO MÁS PELIGROSO

The Most Dangerous Game (Richard Connell)


Ahí fuera a la derecha —en algún lugar— hay una isla grande” dijo Whitney. “Se trata más bien de un misterio”.

¿Qué isla es?” Preguntó Rainsford.

Las antiguas cartas de navegación la llaman isla atrapa-barcos”, respondió Whitney. “Un nombre sugerente ¿verdad? Los marineros tienen un temor curioso hacia el lugar. No sé el porqué. Alguna superstición”.

No puedo verla”, señaló Rainsford, intentando escrutar a través de la ardiente noche tropical, la cual era palpable en tanto empujaba su densa negrura sobre el navío.

Tienes buenos ojos”, dijo Whitney con una risa, “y te he visto derribar un alce que se movía en el bosque de otoño a cuatrocientas yardas, pero ni siquiera tú puedes ver a más o menos cuatro millas a través de una noche caribeña sin luna.

Ni cuatro yardas”, admitió Rainsford. “¡Ugh! Es como terciopelo negro húmedo”.

Habrá luz suficiente en Río”, prometió Whitney. “Deberíamos llegar en cuatro días. Espero que los rifles para jaguares hayan llegado desde Purdey’s. Deberíamos pasarlo bien cazando por el Amazonas. Un gran deporte, la caza”.

El mejor del mundo”, aceptó Rainsford.

Para el cazador”, enmendó Whitney. “No para el jaguar”.

No digas bobadas, Whitney”, dijo Rainsford. “Eres un cazador de primera, no un filósofo. ¿A quién le importa lo que sienta el jaguar?”.

Quizá al jaguar”, observó Whitney.

¡Bah! No tienen entendimiento”.

Aún así, pienso de veras que entienden una cosa: el miedo. El miedo al dolor y el miedo a la muerte”.

Tonterías”, rió Rainsford. “Este clima cálido te está volviendo débil, Whitney. Sé realista. El mundo está conformado por dos clases: cazadores y cazados. Por suerte tú y yo somos cazadores. ¿Crees que hemos pasado ya esa isla?”

No puedo decirlo en la oscuridad. Espero que sí”.

¿Por qué?”, preguntó Rainsford.

El lugar tiene reputación. Una mala”.

¿Caníbales?”, sugirió Rainsford.

Dificilmente. Ni siquiera los caníbales vivirían en semejante sitio dejado de la mano de Dios. Pero ha llegado de alguna manera al imaginario de los marineros. ¿No te has dado cuenta de que los nervios de la tripulación están hoy algo a flor de piel?”.  

Estaban un poco raros, ahora que lo comentas. Incluso el Capitán Nielsen…”

Sí, incluso ese viejo sueco cabeza dura que se echaría encima del diablo para pedirle fuego. Esos ojos azules de pez tenían una pinta que no había visto antes. Todo lo que le pude sacar fue 'Este lugar tiene un mal nombre entre los marinos, señor'. Y entonces me dijo gravemente '¿No nota nada? Como si el aire alrededor de nosotros fuera realmente venenoso'. Entonces —y no deberías reírte cuando te lo diga— sentí algo parecido a un frío repentino. No había brisa. El mar estaba tan liso como una ventana de cristal. Estábamos deslizándonos en ese momento cerca de la isla. Lo que percibí fue un temblor en la mente, algún tipo de pánico repentino”.

Pura imaginación”, dijo Rainsford. “Un marinero supersticioso puede contaminar a toda la tripulación de un barco con su miedo”.

Quizás. Pero creo que a veces los marinos tienen un sentido extra que les dice cuando están en peligro. En ocasiones pienso que la maldad es algo tangible, que tiene ondas al igual que el sonido o la luz. Un lugar maligno puede, por decirlo de alguna manera, emitir vibraciones malignas. De alguna manera me alegro de salir de esta zona. Bueno, creo que me voy a ir ahora a dormir, Rainsford”.

No tengo sueño”, dijo el otro. “Voy a fumarme otra pipa en la cubierta de popa”.

Buenas noches entonces, Rainsford. Te veré en el desayuno”.

Eso es. Buenas noches, Whitney”.




La noche era silenciosa cuando Rainsford se sentó, salvo por el amortiguado zumbido del motor que impulsaba suavemente al barco a través de la oscuridad, así como por el silbido y bamboleo del empuje provocado por la hélice.

Rainsford, reclinado en una hamaca del buque, tomaba tranquilamente bocanadas de su tabaco favorito. La palpable somnolencia de la noche se introdujo en él. “Está tan oscuro”, pensó, “que podría dormir sin cerrar los ojos; la oscuridad se convertiría en mis párpados”.

Un sonido abrupto le sobresaltó. Lo oyó ahí fuera, hacia la derecha, y sus oídos, expertos en esos asuntos, no podían estar en un error. De nuevo escuchó el ruido, y otra vez. En algún sitio, en la negrura, alguien había disparado un arma tres veces.

Rainsford saltó y se movió rápidamente hasta la barandilla, perplejo. Fijó sus ojos en la dirección de la que habían venido los sonidos, pero era como intentar ver a través de una manta. Se apoyó sobre la barandilla y se inclinó para conseguir una mayor elevación. Su pipa, golpeando una cuerda, le fue arrebatada de su boca. Se lanzó a por ella y un breve grito ronco salió de sus labios cuando se dio cuenta de que había ido demasiado lejos, perdiendo el equilibrio. El lamento fue extinguido en cuanto las aguas cálidas, como la sangre del Caribe, cubrieron su cabeza.

Se retorció hasta la superficie e intentó gritar, pero la estela proveniente del barco le golpeó en la cara mientras el agua salada en su boca le atragantó y ahogó. Desesperadamente se abalanzó con fuertes brazadas hacia las borrosas luces del buque, pero se detuvo antes de haber nadado cincuenta pies. Llegó hasta él cierta frialdad, no era la primera vez que se encontraba en una situación comprometida. Había una oportunidad de que alguien en el barco escuchara sus gritos, pero era una posibilidad escasa y cada vez menor conforme la nave se desplazaba. Forcejeó con su ropa y gritó con todas sus fuerzas. Las luces del barco se amortiguaron y parpadearon como luciérnagas; después fueron totalmente engullidas por la noche.

Rainsford recordó los disparos. Habían venido desde la derecha y nadó tercamente en esa dirección, con brazadas lentas y conscientes, conservando su fuerza. Durante un tiempo aparentemente eterno luchó contra el mar. Comenzó a contar los golpes de brazo. Posiblemente podría llegar a un centenar y entonces…

Rainsford oyó algo. Salió desde la oscuridad, un sonido fuerte como un grito, el sonido de un animal en el punto máximo de angustia y terror.

No reconoció al animal que lo produjo, tampoco lo intentó. Con una vitalidad renovada, nado hacia él. Lo oyó de nuevo; entonces fue segado por otro ruido, nítido, cortante.

Un disparo de pistola”, murmuró Reinsford, mientras continuaba nadando.

Diez minutos de esfuerzo concienzudo trajo otro rumor a sus oídos —el más bienvenido que hubiera escuchado nunca— el murmullo y bramido del mar rompiendo contra la abrupta costa. Estaba casi sobre las rocas antes de que pudiera verlas; en una noche menos tranquila se hubiera destrozado contra ellas. Con la fuerza que le quedaba se arrastró desde las aguas turbulentas. Peñascos aserrados aparecieron para proyectarse en la oscuridad; se empujó hacia arriba, una mano tras otra. Jadeando, con las palmas en piel viva, alcanzó un lugar llano en la cima. Jungla espesa se extendía por debajo de los bordes del risco. Qué peligros podía guardar para él esa maraña de árboles no le preocupaba en ese preciso instante. Todo lo que sabía era que estaba a salvo de su enemigo, el mar, y que una debilidad absoluta se encontraba en él. Se echó en el extremo de la jungla y cayó rápidamente en el sueño más profundo de su vida.

Cuando abrió los ojos supo por la posición del sol que ya era tarde avanzada. El sueño le había dado nuevo vigor; fuerte hambre le acosaba. Se inspeccionó, casi alegre.

Donde hay disparos de pistola, hay hombres. Donde hay hombres, hay comida”,  pensó. ¿Pero qué tipo de hombres —se preguntó— en un lugar tan amenazador? Un frente de enmarañada e irregular selva bordeaba la orilla.

No vio rastro de camino a través de la estrecha red de maleza y árboles; era más fácil ir a lo largo de la costa, y Rainsford avanzó a trompicones junto al agua. No lejos de donde había partido, se detuvo.




Algo herido —por lo que parecía, un animal grande— había forcejeado entre la vegetación; plantas de la jungla estaban destrozadas y el musgo cortado. Una zona de hierba aparecía teñida de carmesí. No muy lejos un pequeño objeto reluciente captó la atención de Rainsford, que lo recogió. Era un cartucho vacío.

Un veintidós” señaló. “Es raro. Debe haber sido un animal bastante grande. El cazador ha tenido que conservar la tranquilidad para derribarlo con un arma tan ligera. Está claro que la bestia ofreció pelea. Supongo que los tres primeros disparos que oí se produjeron cuando el cazador descubrió a su presa y la hirió. El último disparo se dio cuando la rastreó hasta aquí y acabó con ella”.

Examinó el terreno cuidadosamente y halló lo que había esperado encontrar: la huella de botas de caza. Apuntaban hacia una cresta en la dirección a la que se había dirigido. Con empeño se movió rápidamente para allá, ahora tropezando con algún tronco podrido o piedra suelta, pero progresando; la noche estaba comenzando a posarse sobre la isla.

Una oscuridad lúgubre estaba tiñendo de negro el mar y la jungla cuando Rainsford avistó las luces. Dio con ellas cuando bordeó un recodo de la línea de costa; y su primer pensamiento fue que había encontrado un poblado, ya que había numerosas luminarias. Pero conforme se aproximó vio para su estupor que todas las luces se encontraban en un único edificio. Una arrogante estructura con apuntadas torres sumergidas en las sombras. Sus ojos distinguieron los perfiles umbríos de una residencia palaciega. Se emplazaba en un elevado risco y, en tres de sus lados, precipicios descendían hasta donde el mar golpeaba con avidez en la oscuridad.

Un espejismo”, pensó Rainsford. Pero encontró que no era tal cuando abrió la verja de hierro con púas. Los escalones de piedra eran suficientemente reales; la puerta gigante con una lasciva gárgola por aldaba era suficientemente real; aún así a todo le rodeaba un aroma de encantamiento.

Alzó la aldaba, que crujió pesadamente, como si no hubiera sido usada nunca. La dejó caer y le sorprendió con su gran estruendo. Pensó que había oído pasos en el interior; las puertas permanecían cerradas. Rainsford alzó de nuevo el pesado llamador y lo dejó caer. La puerta se abrió entonces —tan repentinamente como si tuviera un resorte— y Rainsford se quedó pestañeando ante el manantial de luz dorada que refulgió. La primera cosa que sus ojos distinguieron fue el tipo más alto que hubiera visto nunca, una criatura gigantesca, fornida y con negra barba hasta la cintura. En la mano portaba un revolver de cañón largo, y apuntaba directamente al corazón de Rainsford.

Más allá de la barba enmarañada dos ojos le escrutaban.

No se alarme” dijo Rainsford, con una sonrisa que esperaba fuera tranquilizadora. “No soy un ladrón. Caí de un barco. Mi nombre es Sanger Rainsford de Nueva York”.

La mirada amenazante no cambió en los ojos. El revolver estaba apuntando de una manera tan firme que el gigante parecía una estatua. No dio señal de haber comprendido las palabras de Rainsford, o que tan siquiera las hubiera escuchado. Iba vestido con uniforme, un uniforme negro de astracán.

Soy Sanger Rainsford de Nueva York”, comenzó de nuevo. “Caí de un barco. Estoy hambriento”.

La única respuesta del hombre fue alzar con su pulgar el percutor del revolver. Entonces Rainsford vio como la mano libre del tipo iba hasta la frente en un saludo marcial y observó como sus talones se unían y se mantenían en esa posición. Otro hombre estaba bajando los amplios escalones de mármol, un tipo erguido, delgado, vestido con ropas elegantes. Avanzó hasta Rainsford y ofreció su mano.

En una educada voz, con un ligero acento que le daba precisión y consciencia, dijo: “Es un gran placer y honor darle la bienvenida, Señor Sanger Rainsford, el apreciado cazador, a mi casa”.

Automaticamente, Rainsford le dio la mano.

Verá, he leído su libro sobre caza de leopardos de las nieves en el Tibet” explicó el hombre. “Yo soy el General Zaroff”.

La primera impresión de Rainsford fue que el hombre poseía un atractivo singular. La segunda que había alguna cualidad original, casi extraña, en el rostro del general. Era un hombre alto que había pasado la mediana edad, en su pelo había un intenso blanco, pero sus espesas cejas y su bigote marcial eran de un negro tan intenso como la noche de la que había surgido Rainsford. También sus ojos eran negros y muy brillantes. Tenía unos huesos de las mejillas muy elevados, una afilada nariz, una cara sobria, el rostro de quien estaba acostumbrado a dar órdenes. La faz de un aristócrata. Volviéndose al gigante con uniforme, el general hizo una señal. El otro apartó su pistola, saludó y se retiró.

Ivan es un compañero extraordinariamente fuerte”, señaló el general, “pero ha tenido la desgracia de ser sordo y mudo. Un tipo simple. Me temo que, como toda su raza, un poco salvaje”.

¿Es ruso?”

¿Es un cosaco”, dijo el general, y su sonrisa mostró unos labios rojos y una dentadura afilada. “Como lo soy yo”.

Entre”, añadió, “no deberíamos estar charlando aquí. Podemos hablar más tarde. Ahora desea ropa, comida, descanso. Debería tenerlo. Este es un lugar muy tranquilo”.

Ivan había reaparecido, y el general habló con él moviendo los labios pero sin emitir ningún sonido.

Siga a Ivan si le place, Mr. Rainsford”, dijo el general. “Yo estaba a punto de cenar cuando usted llegó. Le esperaré. Encontrará que mis ropas son de su talla, creo”.

Fue hasta una habitación enorme, con techo de vigas y una cama con dosel suficientemente grande para seis personas, a donde Rainsford siguió al silencioso gigante. Ivan sacó un traje de noche, y Rainsford, cuando se lo puso, se dio cuenta de que era de un sastre londinense que habitualmente no cortaba ni cosía para nadie con un rango inferior al de duque.

El comedor al que Iván le dirigió destacaba de varias maneras. Había una magnificencia medieval en él; sugería un salón nobiliario de época medieval, con sus paneles de roble, techo alto, sus grandes mesas de refectorio en las que varias personas podían sentarse a comer. Alrededor de la estancia estaban colgadas cabezas de numerosos animales —leones, tigres, elefantes, alces, osos— Rainsford no había visto especímenes mayores o más perfectos. En la mesa más grande el general estaba sentado, solo.

Tomará un cóctel, Señor Rainsford”, sugirió. El cóctel estaba arrebatadoramente bueno y, notó Rainsford, la decoración de la mesa era de lo más excelsa: tejidos de lino, cristal, plata, porcelana china.

Estuvieron comiendo borsch, la sabrosa sopa roja con crema tan apreciada por los paladares rusos. Medio disculpándose dijo el General Zaroff, “Nos esforzamos por preservar aquí las comodidades de la civilización. Por favor, disculpe cualquier omisión. Estamos cómodos apartados, ya sabe. ¿Cree que el champán ha sufrido a causa de su largo trayecto oceánico?

Ni lo más mínimo”, declaró Rainsford. Estaba encontrando en el general un preocupado y afable anfitrión, un verdadero cosmopolita. Pero había un pequeño rasgo del general que hacía sentir incómodo a Rainsford. En cualquier momento en el que levantaba la vista de su plato, encontraba al general estudiándolo, evaluándole detenidamente.

Quizá”, dijo el general Zaroff, “le sorprendió que reconociera su nombre. Mire, leo todos los libros de caza publicados en inglés, francés y ruso. No tengo más que una pasión en mi vida, Señor Rainsford, y es la caza”.

Tiene unos estupendos trofeos aquí” dijo Rainsford cuando terminó un filet mignon particularmente bien cocinado. “Ese búfalo africano es el mayor que haya visto”.

Oh, ese. Sí, era un monstruo”.

Cargó contra usted?

Me arrojó contra un árbol”, dijo el general. “Fracturó mi cráneo. Pero atrapé a la bestia”.

Siempre he pensado”, dijo Rainsford, “que el búfalo africano es el más peligroso en la caza mayor”.

Por un instante el general no respondió, estaba sonriendo con su curiosa sonrisa de labios rojos. Entonces dijo lentamente, “No, está equivocado, señor”. El búfalo africano no es la caza más peligrosa”. Sorbió su vino. “Aquí en mi reserva de esta isla”, dijo en el mismo tono lento, “cazo una presa más peligrosa”.

Rainsford expresó sorpresa. “¿Hay caza mayor en esta isla?”.

El general asintió. “La mayor”.

¿Realmente?”.

Oh, no está aquí de manera natural, por supuesto. He de proveer a la isla”.

¿Qué ha importado, General?” preguntó Rainsford. “¿Tigres?”.

El general sonrió. “No”, dijo. “Cazar tigres dejó de interesarme hace algunos años. Agoté sus posibilidades, usted comprende. No queda emoción en los tigres, sin peligro real. Yo vivo para el peligro, señor Rainsford”.

El general tomó de su bolsillo una cigarrera dorada y ofreció a su invitado un largo puro negro con una vitola plateada; estaba perfumado y exudaba un olor como de incienso.

Tendremos alguna caza mayúscula, usted y yo”, dijo el General. “Estaría enormemente gustoso de contar con su acompañamiento”.

¿Pero qué caza…” comenzó Rainsford.

Se lo diré”, dijo el General. “Estará entretenido, lo sé. Creo, podría decir con toda modestia, que he logrado algo especial. He inventado una nueva sensación. ¿Podría ponerle otro vaso de oporto?”.

Gracias, general”.

El general rellenó ambos vasos y dijo, “Dios convierte a algunos hombres en poetas. Hace reyes, a otros pordioseros. A mí me hizo cazador. Mi mano fue moldeada para el gatillo, dijo mi padre. Era un hombre muy rico con un cuarto de millón de acres en Crimea, y era un ardiente deportista. Cuando tenía tan solo cinco años me dio una pequeña pistola, especialmente fabricada en Moscú para mí, para disparar a gorriones. Cuando disparé con ella a alguno de sus pavos de campeonato, no me castigó, se quejó por mi puntería. Maté a mi primer oso del Cáucaso con diez años. Toda mi vida ha sido una prolongada cacería. Fui al ejército —lo que se esperaba de los hijos de nobles— y por un tiempo dirigí una división de caballería cosaca, aunque mi interés real fue siempre la caza. He cazado todo tipo de presas en todos los lugares. Sería imposible para mí decir cuantos animales he matado”.

El general chupó su puro.

Después de la debacle de Rusia dejé el país, pues era imprudente para un oficial del Zar permanecer allí. Muchos nobles rusos lo perdieron todo. Yo, afortunadamente, había hecho fuertes inversiones en bonos estadounidenses, de modo que nunca he tenido que abrir un salón de té en Montecarlo o conducir un taxi en París. Naturalmente continué cazando; grizzlies en sus rocosas, cocodrilos en el Ganges, rinocerontes en África del este. Fue en África donde me golpeó el búfalo y me dejó fuera de juego durante seis meses. Tan pronto como me recuperé comencé a cazar jaguares en el Amazonas, ya que había oído que eran especialmente astutos. No lo eran”. El cosaco suspiró. “No hay ningún reto para un cazador que cuente con ingenio y un rifle potente. Estaba amargamente decepcionado. Yacía una noche en mi tienda con un agudo dolor de cabeza, cuando un terrible pensamiento vino a mi mente. ¡Cazar estaba comenzando a aburrirme! Y cazar, recuerde, había sido mi vida. He oído que a menudo en Estados Unidos hombres potentados se hunden cuando tienen que renunciar a los negocios que han conformado su vida”.

Sí, así es”, dijo Rainsford.

El general sonrió. “No deseo hundirme”, dijo. “Debo hacer algo. En verdad la mía es una mente analítica, señor Rainsford. Sin duda es por lo que disfruto de los problemas de la persecución”.

Sin duda, general Zaroff”.

De modo”, continuó el general, “que me pregunté a mí mismo porqué la caza no me seguía fascinando. Usted es mucho más joven que yo, señor Rainsford, y no ha cazado tanto, pero quizás pueda suponer la respuesta”.

¿Cuál es?”

Sencillamente esto: cazar ha cesado de ser lo que usted llamaría un reto deportivo. Se ha convertido en algo demasiado fácil. Siempre obtengo mi presa. Siempre. No hay mayor aburrimiento que la perfección”.

El general encendió un nuevo puro.

Ningún animal tiene una oportunidad conmigo. Esto no es presunción; se trata de una certeza matemática. El animal no tiene más que sus patas e instinto. El instinto no es rival para la razón. Cuando pensé en ello fue un momento trágico para mí, se lo puedo asegurar”.

Rainsford se apoyó sobre la mesa, absorto en lo que su anfitrión estaba contando.

Me vino una inspiración de lo que debía hacer”, continuó el general.

¿Y eso era?”.

El general sonrió con la sonrisa tranquila de quien se ha enfrentado a un obstáculo y lo ha superado con éxito. “Tuve que inventar un nuevo animal para cazar”, dijo.

¿Un nuevo animal? Está bromeando”. “En absoluto” dijo el general. “Nunca bromeo con la caza. Necesitaba un nuevo animal. Encontré uno. De modo que compré esta isla, construí este edificio y aquí hago mi caza. La isla es perfecta para mis propósitos. Hay selvas con un laberinto de sendas en ellas, colinas, pantanos…”

¿Pero el animal, General Zaroff?”.

Oh”, dijo el general. “Me provee de la caza más excitante del mundo. Ninguna otra se le puede comparar ni por un instante. Cazo cada día, y ahora nunca me hastío, pues cuento con una presa con la que puedo medir mi astucia”.

La perplejidad de Rainsford se mostró en su rostro.

Deseaba el animal ideal para cazar”, explicó el general. “De modo que dije, “¿cuáles son los atributos de una presa ideal?” y la respuesta fue, por supuesto, “debe tener coraje, astucia y sobre todo debe ser capaz de razonar”.

Pero ningún animal puede razonar”, objetó Rainsford.

Mi querido amigo”, dijo el general, “existe uno que puede”.

Pero no quiere decir…” susurró Rainsford.

¿Y por qué no?”.

No puedo creer que esté hablando en serio, General Zaroff. Esto es una broma macabra”.

¿Por qué no debería estar hablando en serio? Estoy hablando de caza”.

¿Caza? Maldita sea, general Zaroff, a lo que usted se está refiriendo es a asesinato”.

El general rio con buen ánimo. Observó a Rainsford inquisitivamente. “Rehúso a creer que un joven tan moderno y civilizado como usted parece, albergue ideas románticas acerca del valor de la vida humana. Seguramente sus experiencias en la guerra…”

No me considero un asesino a sangre fría”, cortó Rainsford abruptamente.

Carcajadas hicieron temblar al general. “¡Cuán gracioso es usted!” exclamó. “En los días que corren uno no espera encontrar entre la clase educada, ni siquiera en Estados Unidos, a alguien tan naíf, y si me permite decirlo, con un punto de vista tan mediocremente victoriano. Es como encontrar una tabaquera en una limusina. Oh, bien, sin duda usted tiene antepasados puritanos. Aparentemente muchos estadounidenses los han tenido. Apuesto a que olvidará sus ideas cuando vaya a cazar conmigo. Posee un genuino entusiasmo en su interior, Señor Rainsford”.

Gracias. Soy cazador, no un asesino”.

Dios mío”, dijo el general, bastante sereno. “De nuevo esa palabra poco cortés. Pero creo que le demostraré que sus escrúpulos son erróneos”.

¿Sí?”

La vida es para los fuertes, para ser vivida por los fuertes y, si es necesario, para ser tomada por los fuertes. Los débiles del mundo fueron colocados aquí para dar satisfacción a los fuertes. Soy fuerte. ¿Por qué no debería usar mi don? Si deseo cazar, ¿por qué no debería hacerlo? Cazo a la escoria del mundo: marineros de barcos encallados —indios, negros, chinos, blancos, mongoles— un caballo purasangre o un sabueso vale más que un puñado de ellos.



Pero son personas”, dijo Rainsford acaloradamente.

Precisamente”, dijo el general. “Por eso los uso. Me dan satisfacción. Pueden razonar, en cierto modo. De forma que son peligrosos”.

¿Pero donde los consigue?”.

El párpado izquierdo del general cayó en un guiño. “Esta isla es llamada Trampa de los Barcos”, respondió. “En ocasiones un enojado dios de los profundos mares me los envía. En ocasiones, cuando la providencia no es tan gentil, le ayudo un poco. Venga conmigo hasta la ventana”.

Rainsford se dirigió a la ventana y miro hacia el mar.

¡Contemple! ¡Ahí fuera!”, exclamó el general apuntando hacia la noche. Los ojos de Rainsford no vieron más que negrura, y entonces, cuando el general pulsó un botón, a lo lejos vio el resplandor de luces.

El general se rio por lo bajo. “Indican un canal”, dijo, “donde no hay ninguno: rocas gigantes con bordes afilados, que destrozan como un monstruo marino con las fauces abiertas de par en par. Pueden partir un buque tan fácilmente como lo hago yo con esta nuez”. Arrojó una al suelo de madera y la desmenuzó con su tacón. “Oh, sí” dijo de manera casual, como si fuera la respuesta a una pregunta. “Tengo electricidad. Tratamos de ser civilizados aquí”.

¿Civilizados? ¿Y usted dispara a seres humanos?”.

Un rastro de ira apareció en los ojos negros del general, pero estuvo ahí durante un segundo. Entonces dijo, en su modo más cortés, “Dios mío, ¡que hombre más recto es usted! Le aseguro que no hago lo que sugiere. Sería bárbaro. Trato a esos visitantes con la mayor de las consideraciones. Quedan saciados de buena comida y ejercicio. Consiguen una condición física espléndida. Será libre de verlo por usted mismo mañana”.

¿Qué quiere decir?”

Visitaremos mi escuela de entrenamiento”, sonrió el general. “Se encuentra en el sótano. Ahora mismo tengo ahí abajo una docena de pupilos. Son del barco español Sanlúcar, que tuvo la mala fortuna de topar con las rocas. Un lote bastante lamentable, me temo. Unos pobres especímenes más acostumbrados a la cubierta que a la selva”. Alzó su mano e Ivan, quien actuaba como camarero, trajo un espeso café turco. Con esfuerzo Rainsford contuvo su lengua.

Se trata de un juego, ya lo verá”, continuó el general con suavidad. “Sugiero a uno de ellos que vayamos a cazar. Le doy un suministro de comida y un excelente cuchillo de montería. Le otorgo tres horas de ventaja. Le sigo, armado tan solo con una pistola del menor calibre y alcance. Si mi presa me evita durante tres días, gana el juego. Si le encuentro —sonrió el general— él pierde”.

¿ Y si suponemos que rechaza ser cazado?”

Oh”, dijo el general, “Le doy opción, por supuesto. No tiene que participar en el juego si no lo desea. Si no quiere cazar se lo entrego a Ivan. Ivan tuvo en una ocasión el honor de servir como verdugo del gran zar blanco, y tiene sus propias ideas acerca del deporte. Invariablemente, señor Rainsford, invariablemente eligen la caza”.

¿Y si ganan?”

Se amplió la sonrisa en el rostro del general. “Hasta la fecha no he perdido”, dijo. Entonces añadió apresuradamente: “no deseo que me tome por un fanfarrón, señor Rainsford. Muchos de ellos solamente regalan el tipo de problema más elemental. De vez en cuando doy con un tártaro. Uno casi venció. Al final debí utilizar a los perros”.

¿Los perros?”

Por aquí, por favor. Se lo mostraré”.

El general guio a Rainsford hasta una ventana. Las luces que salían de las ventanas conformaban una intermitente iluminación que dibujaba formas grotescas en el patio de abajo, y Rainsford pudo ver moverse como a una docena de sombras negras. Cuando se volvieron hacia él, sus ojos centellearon con un fulgor verde.

Un grupo más bien óptimo”, observó el general. “Salen cada noche a las siete. Si cualquiera intentara entrar en mi hogar —o salir de él— le sucedería algo extraordinariamente lamentable”. Tarareó un fragmento de canción del Folies Bergère.

Y ahora”, dijo el general, “Me gustaría mostrarle mi nueva colección de trofeos. ¿Vendrá conmigo a la biblioteca?”.

Confío”, dijo Rainsford, que sepa disculparme esta noche, general Zaroff. Realmente no me encuentro bien”.

¿De veras?”, interrogó solícitamente el general. “Bien, supongo que es totalmente natural tras haber nadado largo tiempo. Necesita una buen y reparador sueño nocturno. Apuesto que mañana se sentirá como un hombre nuevo. Iremos entonces a cazar, ¿eh?”.

Lo encuentro una perspectiva prometedora…” Rainsford se apresuró a salir de la estancia.

Lamento que no pueda acompañarme esta noche”, señaló el general. “Espero un partido más bien óptimo: un negro fuerte, grande. Parece con recursos. Bien, buenas noches, señor Rainsford. Confío en que tenga un buen descanso nocturno”.

La cama era buena y los pijamas de la seda más suave, así mismo se encontraba agotado hasta en la última fibra de su ser, pero aún así Rainsford no pudo calmar a su cerebro con el opio del sueño. Yació con los ojos completamente abiertos. En una ocasión creyó oír pasos sigilosos en el pasillo fuera de su habitación. Trató de abrir de golpe la puerta; no abría. Fue hasta la ventana y miró fuera. Su aposento estaba elevado en una de las torres. Las luces de la finca se encontraban ahora apagadas y había oscuridad y silencio; pero también un fragmento de luna cetrina, y por su luz mortecina podía ver, débilmente, el patio. Ahí, entretejidas con las formas de las sombras, había negras, silenciosas siluetas; los sabuesos le oyeron en la ventana y miraron hacia arriba, expectantes, con sus ojos verdes. Rainsford volvió a la cama y se tumbó. De muchas maneras trató de dormir. Logró adormilarse cuando, a punto de que llegara la mañana, oyó, lejos en la jungla, el débil eco de una pistola.

El General Zaroff no apareció hasta el almuerzo. Iba impecablemente vestido a la manera de un cacique, con ropajes de tweed. Fue solícito con respecto al estado de salud de Rainsford.

Por lo que a mí respecta”, suspiró el general, “no me encuentro demasiado bien. Estoy preocupado, señor Rainsford. La noche pasada volví a detectar trazas de mi antigua dolencia”.

Ante la mirada interrogadora de Rainsford, el general dijo, “hastío, aburrimiento”.

Entonces, tomando una segunda ración de crêpes Suzette, el general explicó: “La caza no fue buena anoche. El tipo perdió la cabeza. Creó un rastro nítido que no daba problemas en absoluto. Es el problema con esos marineros; para comenzar tienen cerebros estúpidos, y no saben cómo comportarse en los bosques. Lo hacen de forma completamente idiota y obvia. Es de lo más molesto.. ¿Querrá otra copa de Chablis, señor Rainsford?”.

General”, dijo Rainsford firmemente, “deseo abandonar esta isla inmediatamente”.

El general alzó la maraña que tenía por cejas: parecía herido. “Pero, mi querido amigo”, protestó el general, “acaba de llegar. No ha tenido caza…”

Deseo irme hoy”, dijo Rainsford. Vio como los muertos ojos del general se posaban sobre él, estudiándole. De repente el rostro del general Zaroff brilló.

Llenó el vaso de Rainsford con venerable Chablis proveniente de una botella polvorienta.

Esta noche”, dijo el general, “cazaremos… Usted y yo”.

Rainsford agitó su cabeza. “No, general”, dijo. “No cazaré”.

El general encogió sus hombros y comió delicadamente una uva de invernadero. “Como desee, amigo mío. La elección descansa enteramente en usted. ¿Pero podría no ser aventurado sugerir que encontrará mi idea de deporte más divertida que la de Ivan?”

Asintió hacia la esquina donde permanecía el gigante, con el ceño fruncido, sus poderosos brazos cruzados sobre el tonel que tenía como pecho.

No quiere decir…” protestó Rainsford.

Mi querido compañero”, dijo el general, ¿no le he contado lo que siempre quiero decir cuando hablo de caza? Esto es de veras una motivación. Finalmente… brindo por un adversario digno de mi acero”. El general alzó su vaso, pero Rainsford se sentó observándole.

Encontrará que este juego vale la pena abordarlo” dijo el general entusiásticamente,. “Su cerebro contra el mío. Su arte contra el mío. Su fuerza y resistencia contra las mías. ¡Ajedrez en el exterior! Y lo que está en juego no es de poco valor, ¿eh?”

Y si gano…”, comenzó Rainsford con voz ronca.

Reconoceré alegremente mi derrota si no le encuentro para la medianoche del tercer día”, dijo el general Zaroff. Mi velero le llevará a tierra firme cerca de una ciudad”. El general leyó lo que Rainsford estaba pensando.

Oh, puede confiar en mí”, dijo el cosaco. ”Le doy mi palabra de caballero y deportista. Por supuesto que usted a cambio debe estar de acuerdo en no decir una palabra de su visita a este lugar”.

No acordaré nada del estilo”, dijo Rainsford.

Oh”, dijo el general, “en ese caso… ¿Pero por qué discutir de ello ahora? Dentro de tres días podemos debatirlo junto a una botella de Veuve Clicquot, a menos que…”

El general dio un sorbo a su vino.

Entonces le animó un espíritu como de hombre de negocios. “Ivan”, dijo dirigiéndose a Rainsford, “le proveerá de ropas de caza, comida, un cuchillo. Le sugiero llevar mocasines; dejan un rastro débil. Le sugiero también que evite el gran pantano de la esquina sureste de la isla. Lo llamamos la ciénaga de la muerte. Allí hay arenas movedizas. Un estúpido lo intentó. Lo más lamentable es que Lazarus lo siguió. Puede imaginar mis sentimientos, señor Rainsford. Amaba a Lazarus. Era el mejor sabueso de mi manada. Bien, debo rogarle ahora que me disculpe. Siempre tomo una siesta tras el almuerzo. Me temo que usted apenas tendrá tiempo para un sueño. Querrá comenzar, sin duda. No debería seguirle hasta el anochecer. Cazar por la noche es mucho más excitante que por el día, ¿no cree? Au revoir, señor Rainsford, au revoir”. El General Zaroff, con una marcada, cortés inclinación, se dirigió fuera de la habitación.

Por otra puerta vino Ivan. Bajo un brazo portaba ropas caqui de caza, un macuto con comida, una funda de cuero que contenía un cuchillo de larga hoja; su mano derecha descansaba sobre un revolver amartillado y encajado en el carmesí cinto alrededor de la cintura.

Rainsford luchó su camino a través de la vegetación durante dos horas. “Debo mantenerme tranquilo. Debo mantenerme tranquilo”, dijo con los dientes apretados.

No había tenido la mente despejada cuando las puertas de la finca se cerraron de golpe tras él. La primera idea fue poner distancia entre él y el general Zaroff; con ese objetivo se había apresurado, espoleado por los afilados aguijones de algo similar al pánico. Ahora se había contenido, había parado e hizo un repaso de él mismo y de la situación. Vio que una huida directa era inútil; inevitablemente lo lanzaría cara a cara con el mar. Se encontraba en un cuadro enmarcado por el océano, y sus opciones, claramente, debían considerar ese marco.

Le daré un rastro que seguir”, murmuró Rainsford y se separó de la ruda senda que había estado recorriendo para introducirse en la tierra salvaje sin caminos. Realizó una serie de giros marcados, volvió sobre sus pasos una y otra vez, recordando todo el conocimiento sobre la caza del zorro, y todos los quiebros del zorro. Por la noche se encontró con piernas cansadas, las manos y el rostro lacerados por las ramas, en una cresta montañosa con abundantes árboles. Sabía que sería una locura continuar en la oscuridad, incluso si tuviera la fortaleza necesaria. Su necesidad de descanso era imperativa y pensó, “he interpretado al zorro, ahora debo representar al gato de la fábula. Un gran árbol de tronco grueso y salientes ramas se encontraba cerca y, teniendo cuidado de no dejar la menor marca, trepó hasta la copa y, estirándose sobre una de las ramas más anchas, descansó en cierto modo. El reposo le trajo nueva confianza y casi un sentimiento de seguridad. Incluso un cazador tan celoso como el General Zaroff no le podría rastrear hasta allí, se dijo así mismo; tan solo el mismo demonio podría seguir ese rastro tan complicado a través de la selva al anochecer. Pero quizás el general era un demonio…

Una nerviosa noche se arrastró lentamente, como una serpiente herida, y el sueño no visitó a Rainsford, aunque el silencio de un mundo muerto yacía en la jungla. Por la mañana cuando un gris lóbrego barnizaba el cielo, el lamento de algún pájaro sobresaltado dirigió la atención de Rainsford en esa dirección. Algo llegaba atravesando la maleza, lenta, cuidadosamente, aproximándose por el mismo serpenteante paso por el que había venido Rainsford. Se aplastó contra la rama y a través de una pantalla de hojas tan espesa como un tapiz, vigiló… Quien se aproximaba era un hombre.

Era el general Zaroff. Caminaba con sus ojos fijados con máxima concentración en el terreno frente a él. Se detuvo, casi bajo el árbol, se arrodilló y estudió el suelo. El impulso de Rainsford fue arrojarse como una pantera, pero vio que la mano derecha del general sujetaba algo metálico, una pequeña pistola automática.

El cazador agitó su cabeza varias veces, como si estuviera confuso. Entonces se alzó y tomó de su cigarrera uno de sus puros negros. Su intenso aroma como de incienso flotó hasta las fosas nasales de Rainsford.

Rainsford contuvo la respiración. La mirada del general dejó el suelo y se desplazó pulgada a pulgada por el árbol. Rainsford se congeló, cada músculo encogido como un muelle. Pero los afilados ojos del cazador se detuvieron antes de alcanzar la rama donde se encontraba Rainsford; una sonrisa se extendió por su rostro bronceado. Muy conscientemente lanzó un anillo de humo al aire; entonces le dio la espalda al árbol y se alejó cuidadosamente, de vuelta al camino por el que había llegado. El rumor de la maleza contra sus botas de caza se fue haciendo cada vez más débil.

El aire reprimido se apresuró cálido desde los pulmones de Rainsford. Su primer pensamiento le hizo sentirse enfermo y entumecido. El general podía seguir un rastro a través de los bosques por la noche. Podía seguir una pista extraordinariamente difusa; debía poseer increíbles poderes; tan solo por la mínima casualidad el cosaco había fallado en ver a su presa.

El segundo pensamiento de Rainsford aún fue más terrible. Mandó un estremecimiento de frío horror a través de todo su ser. ¿Por qué había sonreído el general? ¿Por qué se había dado la vuelta?



Rainsford no quería creer lo que su razón le indicaba como cierto, pero la verdad era tan evidente como el sol que ahora se abría paso entre la niebla de la mañana. ¡El general estaba jugando con él! ¡El general estaba asegurándose otro día de deporte! El cosaco era el gato; él era el ratón. Fue entonces cuando Rainsford conoció el completo significado del terror.

No perderé los nervios. No lo haré”.

Se deslizó fuera del árbol y se volvió a introducir en el bosque. Su cara estaba rígida y forzó a su mecanismo mental a ponerse en funcionamiento. Trescientas yardas más allá de su escondite se detuvo donde un gran árbol muerto se apoyaba precariamente en otro más pequeño, con vida. Arrojando su bolsa de comida, Rainsford tomó su cuchillo de la funda y comenzó a trabajar con toda su energía.

Acabó finalmente la labor, y se lanzó tras un tronco caído cien pies más lejos. No tuvo que esperar mucho. El gato había vuelto de nuevo para jugar con el ratón.

Siguiendo el rastro con la seguridad de un sabueso venía el General Zaroff. Nada escapaba de sus inquisidores ojos negros, ni una aplastada brizna de hierba, ni una pequeña rama doblada, ni una señal —sin importar lo tenue que fuera— en el musgo. Tan absorto estaba el cosaco en su persecución que cayó en lo que Rainsford había tramado antes de darse cuenta. Su pie tocó la rama protuberante que era el disparador. Cuando lo hizo, el general percibió el peligro y saltó hacia atrás con la agilidad de un mono. Pero no fue lo suficientemente rápido. El árbol muerto, delicadamente situado para descansar en el extremo del vivo, se hundió y golpeó al general en el hombro con un golpe oblicuo durante su caída; si no hubiera sido por su lucidez, habría sido aplastado bajo él. Se tambaleó pero no cayó; tampoco soltó su revolver. Se quedo ahí de pie, frotando su hombro herido, y Rainsford, con el miedo de nuevo atenazando su corazón, oyó la risa burlona del general extendiéndose por la jungla.

Rainsford” llamó el general, “si está lo bastante cerca para oír mi voz, como supongo que lo está, déjeme felicitarlo. No todo el mundo sabe construir una trampa malaya. Afortunadamente para mí, yo también he cazado en Malasia. Se está mostrando interesante, señor Rainsford. Voy a tener que vendarme la herida; aunque no es gran cosa. Volveré. Lo haré”.

Cuando el general, apretando su hombro golpeado, se hubo ido, Rainsford reanudó su huida. Ahora era una fuga, angustiosa, sin esperanza, que le llevó algunas horas. Llegó el atardecer, entonces la oscuridad, y aún continuó. El terreno se iba suavizando bajo sus mocasines. La vegetación era más fétida, más densa; los insectos le picaban de manera salvaje.

Entonces, dando un paso, su pie se hundió en el limo. Intentó sacudirlo de vuelta, pero el lodo absorbió viciosamente su pie como si fuera una sanguijuela gigante. Con un esfuerzo violento, logró soltarse. Sabía donde se encontraba ahora. La ciénaga de la muerte y sus arenas movedizas.

Sus manos se apretaron con fuerza, como si su temperamento fuera algo tangible que alguien quisiera arrebatar de su abrazo. La suavidad de la tierra le dio una idea. Retrocedió una docena de pasos o así desde las arenas movedizas y como si fuera algún tipo de castor prehistórico, comenzó a cavar.




Rainsford se había enterrado en Francia cuando un segundo de retraso significaba la muerte. Eso había sido un pasatiempo agradable comparado con lo que era cavar ahora. El foso se hizo más grande; cuando era mayor que la altura de sus hombros, trepó fuera y cortó estacas de la madera de algunos árboles jóvenes, afilándolas hasta el punto exacto. Las plantó en el fondo del foso con las puntas hacia arriba. Con dedos rápidos tejió una alfombra rugosa con ramitas y hierba y con ella cubrió la oquedad de la fosa. Entonces, mojado por el sudor y dolorido de cansancio, se acuclilló tras el tocón de un árbol carbonizado por un rayo.

Sabía que su perseguidor estaba llegando. Oyó el sonido apagado de pisadas sobre la tierra blanda, y la brisa nocturna le trajo el perfume del puro del general. Le pareció a Rainsford que el general venía con una celeridad inusual. Parecía que no estaba estudiando paso a paso el camino. Rainsford, ahí agachado, no podía ver ni al general ni la fosa. Vivió un minuto como un año. Sintió entonces el impulso de gritar de alegría, ante el crujir de las ramas rompiéndose cuando la cubierta cedió; oyó el marcado grito de dolor cuando las afiladas estacas encontraron su objetivo. Saltó desde su escondite. Entonces se encogió de nuevo. A tres pies del foso un hombre se erguía, con una linterna eléctrica en su mano.

Lo ha hecho bien, Reinsford”, la voz del general se oyó. Su fosa birmana para tigres ha reclamado uno de mis mejores perros. De nuevo puntúa. Creo, señor Rainsford, que observaré lo que puede hacerle a mi jauría al completo. Estoy ahora listo para irme a casa a descansar. Gracias por una tarde tan entretenida”.

Al romper el alba Rainsford, tumbado cerca del pantano, se despertó por el sonido que le hizo saber que aún tenía que aprender nuevas cosas sobre el miedo. Era un sonido distante, apagado e intermitente, pero lo conocía. Era el aullido de una grupo de sabuesos.

Rainsford sabía que podía hacer una de dos cosas. Podía quedarse donde estaba y esperar. Eso era un suicidio. Podía huir. Eso era posponer lo inevitable. Permaneció ahí por un momento, pensando. Una idea que suponía una oportunidad ínfima llegó a él y, ajustándose el cinturón, se alejó de la ciénaga.

El aullido de los perros se hizo más próximo, más próximo, y aún más. En una cresta Rainsford trepó por un árbol. Por debajo, en un curso de agua no más alejado de un cuarto de milla, pudo ver un arbusto moviéndose. Entrecerrando sus ojos, contempló la encorvada figura del general Zaroff; justo por delante de él Rainsford logró ver otro contorno de amplios hombros emergiendo entre las altas plantas. Era el gigante Ivan, y parecía empujado a avanzar por alguna fuerza invisible. Rainsford sabía que Ivan debía estar sujetando las correas de la manada.

Estarían allí en cualquier momento. Su cerebro trabajó con frenesí. Pensó en un truco nativo que había aprendido en Uganda. Descendió deslizándose del árbol. Cogió una rama elástica de un árbol joven y le ató su cuchillo de caza, con la punta apuntando hacia la senda; con un pocas fibras de vid salvaje dobló hacia atrás la madera. Entonces corrió por su vida. El ladrido de los perros se hizo más intenso cuando dieron con el olor fresco. Rainsford sabía ahora lo que un animal perseguido sentía.

Tuvo que detenerse para coger el aire. Los aullidos de los perros se interrumpieron abruptamente, y el corazón de Rainsford también se paró. Debían haber llegado hasta el cuchillo.

Trepó ansioso a un árbol y miró hacia atrás. Sus perseguidores se habían parado. Pero la esperanza que anidó en la mente de Rainsford cuando había trepado, murió, pues vio en el poco profundo valle como Zaroff aún estaba sobre sus pies. Pero Ivan no. El cuchillo, dirigido por el retroceso del árbol al saltar, no había fallado del todo.

Rainsford rodó con dificultad por el suelo cuando los aullidos de la jauría se reanudaron.

¡Aguanta, aguanta, aguanta!” dijo entrecortadamente, mientras se abalanzaba hacia adelante. Un hueco azul apareció entre los árboles justo delante. Los perros se acercaban. Rainsford se forzó a dirigirse hacia el hueco. Lo alcanzó. Era la costa del mar. Al otro lado de una cala pudo ver la grisácea piedra brillante de la finca. Veinte pies debajo suyo el mar gruñía y siseaba. Rainsford dudó. Oyó a los sabuesos. Entonces saltó hacia el oceano…

Cuando el general y su manada alcanzó el lugar junto al mar, el cosaco se detuvo. Durante algunos minutos permaneció contemplando la extensión azul-verduzca del agua. Encogió los hombros. Entonces se sentó, tomó un trago de brandy de un frasco plateado, encendió un cigarrillo, y silbó un fragmento de Madame Butterfly.

El general Zaroff tuvo esa noche una excelentemente sabrosa cena en su gran comedor de madera. Con él estaba una botella de Pol Roger y media botella de Chambertin. Dos ligeras molestias le mantenían apartado del disfrute perfecto. Una era el pensamiento de que sería difícil reemplazar a Ivan; la otra que su presa había escapado; por supuesto, el americano no había jugado al juego, así pensó el general cuando saboreó su licor digestivo. En su librería leyó, para tranquilizarse, algo de las obras de Marco Aurelio. A las diez se dirigió a su dormitorio. Se encontraba deliciosamente cansado, se dijo así mismo, mientras cerraba con llave. Había algo de luz lunar, de modo que, antes de encender la luz, fue hasta la ventana y miró hacia el patio. Pudo ver los grandes perros y les dijo, “mejor suerte la próxima vez”. Entonces encendió la luz.

Un hombre, que se había estado ocultando en las cortinas de la cama, estaba ahí de pie.

¡Rainsford!” Gritó el general, “¿cómo en el nombre de Dios ha llegado hasta aquí?”

El pantano”. dijo Rainsford. “Lo encontré más rápido que caminar a través de la jungla”.

El general aguantó la respiración y sonrió. “Le felicito”, dijo. “Ha ganado la partida”.

Rainsford no sonrió. “Aún soy una bestia perseguida”, dijo, en una voz baja, ronca. “Prepárese, General Zaroff”:

El general hizo una de sus profundas reverencias. “Ya veo”, dijo. “¡Espléndido! Uno de nosotros va a proveer un ágape para los perros. El otro dormirá en esta excelente cama. En guardia, Rainsford…”

Rainsford concluyó que nunca había dormido en una cama mejor.




---


NOTAS


(1)MOSTERÍN, J. (El triunfo de la compasión, 2014).

(2)Entrada The Prize of Peril (relato corto) en tercerafundacion.net La traducción más cercana al original hubiera sido la de "El premio (o recompensa, ya que es lo que significa "prize" y no "precio") del peligro". Descarto que la decisión fuera por desconocimiento, ya que entre las ediciones había traductores de la talla de Domingo Santos. Un caso similar dentro de la Ciencia ficción sería el de la magnífica película "Colossus. The Forbin Project" que en castellano se convirtió en "El proyecto prohibido", cambiando el apellido Forbin por el adjetivo forbidden.

(3)El cineasta Yves Boisset cuenta el caso y cómo consideró que hay escenas calcadas entre ambos filmes, en una entrevista alojada en ALLOCINÉ (13 de enero de 2012)[En Francés].

(4)Deckard, V. ¡Perseguido en los recreativos! Smash TV y Nitro Ball. Blogcaliptus, 16/03/2015. Enlace (AQUÍ)

(5)La RKO realizó una segunda versión en 1945, dirigida por el excelente director Robert Wise (West Side Story, Sonrisas y lágrimas, Star Trek. La película) y en la que se sustituye al cosaco Zaroff por el nazi Erich Kreiger. Entre otras versiones no específicamente de Ciencia ficción, tuvo cierto éxito en su momento la aproximación al tema por John Woo en Blanco humano (Hard Target, 1993), película protagonizada por Jean-Claude Van Damme.