No sé qué pasa con Matt Damon, que se lo olvidan en el espacio. Disculpadme el chascarrillo, aunque no es completamente gratuito, ya que las dos películas en las que este actor se queda perdido por el cosmos, representan dos de las más famosas películas de Ciencia ficción hard en los últimos tiempos. Me estoy refiriendo, claro está, a Interstellar (2014) de Christopher Nolan y al film que nos ocupa en este artículo: Marte (The Martian, 2015) dirigida por Ridley Scott y basada en una novela de Andy Weir, escrita cuatro años antes. Al margen de la anécdota señalada con Damon, constituyen dos películas muy diferentes, que tienen en común el abordar los temas presentados con rigor desde una perspectiva científica. Aunque en ocasiones dejada al margen, en aras de una mayor espectacularidad, que el espectador debe decidir si es necesaria. Es Ciencia ficción dura, pero en la cual no debemos olvidar que existen ciertos grados. En el caso que nos ocupa, sin que la perspectiva seria suponga un perjuicio para el ritmo narrativo pese a que, como suele ser frecuente con Scott, el metraje sea extenso. Un arma de doble filo que permite mayor margen para la explicación de la trama, pero que puede lastrar a ésta última si el guion no encaja o impone demasiados parones.
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A Matt también hay que ir a buscarle a la Francia de la II Guerra Mundial, pero esa es otra película |
La idea no puede ser más simple: por un problema derivado de una tormenta, algo que por cierto es uno de los puntos que se alejan de la realidad (1), una misión en Marte se ve obligada a verse repentinamente abortada y dejar atrás a Mark Watney, que se cree fallecido. Es un astronauta experto en botánica, y el personaje interpretado por Damon. Esta simpleza nos aparta de las obras más trascendentales del género, entre las que se podrían contar la —en mi opinión—recomendable y señalada Interestellar, pese a sus flaquezas; la premiada trilogía de novelas de Marte, por Kim Stanley Robinson; o el conjunto de libros de Arthur C. Clarke, uno de los más famosos autores hard. Si en estas obras se nos pregunta por los interrogantes más metafísicos del ser humano y de la propia existencia de vida en el universo o, en el caso de Stanley Robinson, de las derivadas de filosofía política inherentes a la colonización espacial, en The Martian el planteamiento es prácticamente minimalista. Es la vieja historia del naufrago, abandonado consciente o inconscientemente en un entorno aislado y hostil, con todas probabilidades en contra de sobrevivir, lo que trae al imaginario colectivo un arquetipo que acompaña a la humanidad: el ser humano como explorador de los inmensos océanos, sin que las fronteras de estos acaben con las de nuestro planeta. A diferentes escalas es una idea desarrollada en infinidad de ocasiones, con un exponente más o menos cercano en la película dirigida por Robert Zemeckis y protagonizada por Tom Hanks Naufrago (Cast Away, 1995) y el inevitable ejemplo clásico de Daniel Defoe, Robinson Crusoe (1719). Surge por supuesto el eterno debate de si toda historia está ya contada —algo poco probable al menos de la misma forma, pues las narraciones también dependen de los cambios técnicos, sociales y políticos que van surgiendo con el paso del tiempo—. Está claro que es una vieja idea, compartida en innumerables tabernas de marineros a lo largo del tiempo, pero la clave está en saber el cómo el director nos la cuenta y si ese modo elegido resulta atractivo para los espectadores.
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Algunos representantes de la Ciencia ficción "dura" son Clarke y Robinson, |
En primer lugar, podemos señalar que la Ciencia ficción —desde sus mismos orígenes— está relacionada con el mundo marítimo. Esto no es casual, ya que los viajes espaciales encuentran uno de sus paralelismos más cercanos con la exploración naval que en diferentes culturas, no sólo la europea occidental, ha estado presente desde siempre en la historia de la humanidad. El aislamiento dentro de una vastedad prácticamente insondable, la soledad derivada de dicho aislamiento, las interrogantes del destino y los peligros derivados de la travesía son elementos compartidos en ambos mundos. Por no alejarnos excesivamente del caso que nos ocupa, se trata de algo ya muy presente en una de las primeras y más reconocidas obras de Ridley Scott, Alien: el octavo pasajero (Alien, 1979). Con guiños incluidos a Joseph Conrad, uno de los máximos exponentes de este tipo de literatura, como llamar al escenario principal —la nave de carga— Nostromo, título de una de sus novelas y tomar algunos puntos de la novela La línea de sombra (1916) en la que otro buque es el escenario principal en el que acecha una silenciosa amenaza. Sin embargo, la Ciencia ficción aporta a este mundo un nuevo conocimiento, una técnica proyectada hacia el mañana, y una renovada —nunca mejor dicho— cosmovisión, algo de lo que se aprovecha adecuadamente el film. Y es que pese a ser una antigua historia, los eventos a los que se tiene que enfrentar Damon acaban desembocando en un bello canto a la ciencia más puntera —más actual— y a lo que de importante tiene en nuestra supervivencia como individuos y como especie. A todo lo cual hay que sumar el entorno del planeta rojo, maximizado en su pureza y belleza por el elemento en el que Ridley Scott siempre demuestra maestría —incluso en sus obras menos afortunadas—, como es el apartado visual. El desierto extraterrestre que envuelve, a la vez abrazando y atrapando al protagonista, se nos aparece gracias al realizador en todo su esplendor, con escenas que siguen dando razón de ser a las grandes pantallas de nuestras cada vez —por desgracia— más escasas salas clásicas de cine. Scott, proveniente del mundo de la publicidad donde la imagen es clave, vuelve a dejarnos sin aliento en nuestras butacas, en una tradición como decimos en su filmografía, con ejemplos claros como los de la ya señalada Alien. Incluso Prometheus, lastrada por las contradicciones tanto de su argumento como de las acciones de sus personajes, es decididamente imponente en su apartado visual durante ciertos momentos del metraje.
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Dos de las obras cumbre de Scott y del género en el ámbito audiovisual. |
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Prometheus ha sido de los trabajos más discutidos del autor, que muestra puntos fuertes en lo visual y problemas narrativos en el guion |
Sin embargo, ¿aquí nos encontramos con un bello envoltorio sin un contenido realmente consistente —como en otras películas del artista— o la técnica acompaña a una historia bien trabada? No estamos frente a un hito en la historia del cine, como pudieron ser Alien, Blade Runner (1982) o en otros ámbitos fuera del género Thelma y Louise (1991) pero nos aparece el Scott bueno en la vertiente narrativa. En este punto es de rigor señalar que hay opiniones, según las cuales, es difícil empatizar con el personaje interpretado por Matt Damon, al considerar que su comportamiento es demasiado tranquilo ante situaciones complicadas e incluso críticas. Respetando, como no podría ser menos, todas las posturas, mi parecer está completamente alejado de esta perspectiva, e incluso considero la actuación del actor estadounidense como uno de los puntos que hacen de esta película una obra altamente recomendable. Por un lado el enfoque es fiel a la novela, donde el protagonista presenta estas características, aunque compaginadas con momentos en los que le invade el desasosiego o la emoción. Por otro Damon está convincente, no resulta pedante pese a meterse en la piel de un hombre con numerosos recursos cuya puesta en práctica resulta —salvo algún momento menor— sin duda creíble y, gracias a las virtudes de la narración, comprensible sin caer en el infantilismo. Algo que sí sucede en momentos de interestellar, cuando por ejemplo se explican conceptos básicos para físicos, como el funcionamiento de los agujeros de gusano, con dibujitos. Por otro lado también hay opiniones negativas con respecto al desarrollo de la acción, porque no se separaría demasiado de tramas como la ya señalada en Naufrago, de la que casi sería una repetición. Sin embargo, el guion de Drew Goddard (quien ha trabajado en obras como The Cabin in the Woods, Buffy, Lost, Cloverfield o la reciente serie de Daredevil) siguiendo la novela de Andy Weir, es capaz de alternar —y enlazar— la trama de Marte con la del resto de escenarios (la Tierra, donde se organiza la misión de rescate, y el Ares, nave principal de la expedición de la que formaba parte el protagonista y en la que quedan sus compañeros) de forma coherente, activa e, incluso, emocionante por determinadas derivadas y puntos de inflexión de la historia.
Conviene así mismo, aunque sea brevemente, tomar en consideración algunos elementos del libro de Weir, que al fin y al cabo es la fuente original. Salvo pequeños elementos la película es muy fiel a la novela, entre ellos precisamente uno de los elementos nucleares: la personalidad de Watney. Como es de esperar, la profundización en los detalles técnicos es mayor, lo cual puede suponer un aliciente para los lectores interesados en ciencia. Por otro lado no me resisto a comentar un elemento que sirve para comprender mejor el mundo literario y las dificultades que entraña el introducirse en él. Weir presentó su manuscrito a diversas editoriales, sin que ninguna de ellas lo aceptara, de modo que —hastiado— decidió publicarlo en su blog gratuitamente en 2011. Progresivamente el texto fue captando la atención del público hasta constituir un éxito, de modo que tras años después apareció publicado ya por una editorial (Crown) y en una trayectoria que lo trasladaría a una película de éxito. De modo que el recorrido del texto supone apartar varios prejuicios, entre ellos que lo autopublicado es sinónimo de baja calidad y que lo gratuito en algunos formatos impida ganar dinero en otros.
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Weir también ha estado relacionado con el mundo de los videojuegos, por ejemplo colaborando en el clásico Warcraft 2 de Blizzard. Imagen en Dominio Público según Wikipedia. |
A modo de conclusión y recapitulando lo expuesto, podemos decir que nos encontramos con una buena película de ciencia-ficción dura, con todo lo que ello implica de seriedad y rigor; en la que se nos cuenta una historia clásica que enlaza con una antigua tradición literaria —la de las aventuras marítimas y más en concreto la historia del naufrago— pero que gracias a los aportes del género, al buen hacer del director, a la solvencia de los actores y a la solidez del guion, no se nos aparece como ya vista o aburrida. Por todo ello, pese a no presentar ninguna innovación técnica o un hito narrativo que la convierta en una obra maestra, se nos descubre como un film solvente, digno de reconocimiento por un trabajo bien hecho y que recuerda lo recomendable de nuestra presencia en una sala de cine, al menos para el disfrute completo de algunas obras.
(1) Según expertos de la NASA, como James L. Green, una tormenta de esa virulencia no se podría dar en Marte por las condiciones atmosféricas propias del planeta. El detonante del accidente es compartido en libro y película.
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—Pódcast sobre Marte y sobre Prometheus en el programa "Póxima Centauri":
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—Pódcast sobre la Ciencia ficción vinculada a Marte en el programa "Los Retronautas":
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https://www.ivoox.com/retronautas-92-2-marte-cambio-audios-mp3_rf_109519789_1.html
—Pódcast sobre Planeta prohibido en el programa Podcaliptus Bonbon:
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